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Durante una visita de dos días a México y Centroamérica, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo que aunque el debate sobre la legalización vale la pena discutir, no hay posibilidad de que la administración de Obama cambie su política de droga. Las declaraciones de Biden llegan en medio de las demandas de los presidentes latinoamericanos que la legalización debe ser incluida entre las opciones para reducir la violencia, la delincuencia y el caos relacionado con la prohibición—demandas que están creciendo con rapidez.
Sr. Biden se reúne hoy con el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, y con otros líderes centroamericanos. El mandatario guatemalteco dijo que el debate sobre legalización estará en la agenda.
Ethan Nadelmann, director ejecutivo de la Drug Policy Alliance, emitió la siguiente declaración:
La posibilidad de declaración de Biden de que "no hay de que la Administración Obama-Biden vaya a cambiar su política en cuanto a la legalización" no viene como una sorpresa. Esa declaración es consistente con las políticas de drogas de EE.UU. desde hace mucho tiempo y es difícil imaginar que la administración quiere que el debate se abra durante un año electoral.
Sin embargo, las declaraciones de Biden sobre el tema son notables en tres aspectos:
Primero, el vicepresidente reconoció que es "totalmente legítimo que este debate sea planteado" y "se vale la pena discutir". Esto es más de lo que ya ha concedido sobre el tema. Es consistente con la declaración del presidente Obama del 27 de enero de 2011 que la legalización es "un tema completamente legítimo para discutir". Y envíe un mensaje al zar estadunidense de drogas ya otros funcionarios federales que hasta ahora han rechazado cualquier discusión sobre esto que ahora es posible discutirlo y tal vez participar en el creciente debate.
En segundo lugar, lo que es más notable en las declaraciones de Biden sobre el tema es la debilidad de argumento suss. Enfocarse – como él lo hizo – en la necesidad de crear "una burocracia costosa para regular las drogas y los nuevos adictos" si legalizamos, mientras restando importancia del hecho que una burocracia de este tipo costaría solamente una pequeña fracción de lo que actualmente cuesta detener, enjuiciar y encarcelar a millones de personas por violaciones de las leyes de drogas, parece absurdo. Dijo que "comprensiblemente, el debate siempre ocurre en el contexto de violencia seria" dentro de la sociedad, "especialmente en sociedades que no tienen los marcos y estructuras institucionales para enfrentar organizadas e ilícitas". Pero vale la pena señalar que el debate sobre legalización ha sido lo más amplio con respecto a la marihuana y en países como los Países Bajos, y esto no es consistente con el contexto que Biden mantiene es central. La superficialidad de las declaraciones del vicepresidente refleja el hecho que esta administración, como las previas, ya no ha pensado seriamente sobre alternativas a las políticas actuales.
Y tercero, la combinación de las declaraciones públicas de Biden en cuales rechazan la legalización, en conjunto con cualquier presión que el u otros funcionarios norteamericanos pondrán para cerrar el debate no van a terminar la discusión. No cuando la Comisión Global de Políticas de Drogas, cuyos miembros incluyen a George Shultz, Paul Volcker, Fernando Henrique Cardoso, Ernesto Zedillo, Cesar Gaviria, Javier Solana y otros de distinción comparable, ha hecho un caso impresionante, tanto para reformar las políticas de control de drogas y para "romper el tabú" sobre un debate público y amplio. No cuando los presidentes Felipe Calderón, Juan Manuel Santos, Otto Pérez Molina, Laura Chinchilla y otros han unido a su llamada de varias maneras. No cuando empresarios destacados y otros líderes cívicos están cada vez más haciendo lo mismo. Y no cuando las políticas prohibicionistas y punitivas impulsadas por el gobierno de los EE.UU. siguen causando tantos estragos en tantos lugares del mundo.
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, el primer presidente quien apoyó públicamente la legalización a fines de 2011, según se informa, estaba buscando a otros presidentes con quien se puede unir. Ahora él tiene el tipo de aliado que necesita: el presidente nuevo de Guatemala, Otto Pérez Molina. Desde hace mucho tiempo se dice que un escenario "Nixon va a China" es la opción mejorada para abrir el debate sobre alternativas a las políticas prohibicionistas fracasadas. Otto Pérez Molina es un político conservador y un ex general quien tuvo un papel fundamental en la aceptación del Ejército de los acuerdos de paz que terminó la larga guerra civil en el país hace dos décadas. Él acaba de empezar su mandato de cuatro años y está avanzando de manera estratégica para asegurar que este debate crucial no se cierre. El tema será en la agenda durante la Cumbre de las Américas en Cartagena en abril y también en reuniones nacionales, regionales e internacionales a partir de entonces.
Quienquiera estará en la Casa Blanca durante los próximos cuatro años tiene que intensificar su juego en este debate. Porque ahora no va a desaparecer.